Centros Clandestinos de Detención en la Provincia de Tucumán

 

A la provincia de Tucumán le cupo el siniestro privilegio de haber inaugurado la «institución» Centro Clandestino de Detención, como una de las herramientas fundamentales del sistema de represión montado en la Argentina.

La «Escuelita» de Famaillá fue el primero de estos lugares de tormento y exterminio, cuyo funcionamiento pudo constatar la CONADEP. Se trataba de una pequeña escuela de campaña, que en 1975 se encontraba en construcción. Tenía capacidad para treinta o cuarenta prisioneros. Uno de los testimonios recogidos (Legajo N° 4636), consigna que:

«La picana eléctrica consistía en un teléfono de campaña a pilas, que al dar vuelta a su manija generaba corriente eléctrica. Según la velocidad con que era girada, aumentaba o disminuía el voltaje producido por la fuente».

La precariedad de sus instalaciones demuestra - por contraste con la dimensión que luego llegaron a tener estos centros de detención - que en 1975 había comenzado a desarrollarse en forma embrionaria la modalidad clandestina de la metodología represiva. El rápido crecimiento de las estructuras operativas encarado a partir de entonces, tuvo por objeto mejorar la eficiencia de los métodos utilizados, poniendo a su servicio todos los recursos del aparato estatal. En Tucumán, a partir de la experiencia de «La Escuelita» de Famaillá, se establecieron por lo menos otros diez C.C.D.:

La Jefatura Central de Policía, el Comando Radioeléctrico, el Cuartel de Bomberos y la Escuela de Educación Física, todos ellos ubicados en la capital de la Provincia. La Compañía de Arsenales «Miguel de Azcuénaga», El Reformatorio y El Motel en las proximidades de la misma. Nueva Baviera, Lules y Fronterita en diversas localidades del interior.

Es decir que, tal como ocurrió en otras zonas del país, los Centros fueron pasando de pequeñas casas o sótanos muy bien disimulados a grandes instalaciones - en algunos casos unidades militares acondicionadas al efecto - provistas de todos los elementos que las asemejan a las versiones conocidas de la Alemania Nazi: doble alambrada de púas, guardias con perros, helipuertos, torres de vigilancia, etc. Un ejemplo de este tipo de Centro fue precisamente el instalado en la Compañía de Arsenales «Migel de Azcuénaga».

No obstante, no son éstos los casos más comunes ya que, en Tucumán, el Ejército se encontraba en «zona de operaciones» contra la guerrilla, existiendo especial cuidado en evitar la vinculación táctica entre los grupos clandestinos que actuaban en los C.C.D. y la cara oficial de las Fuerzas Armadas.

Los detenidos que pasaron por estos sitios lo hicieron en su mayoría por cortos periodos, para luego ser trasladados. Existe la seria presunción de que, en muchos casos, el traslado culminaba con el asesinato de los prisioneros.

«Los presos eran traídos a la "Escuelita" en coches particulares ya sea dentro del baúl, en el asiento trasero o recostados sobre el piso. De la misma forma eran sacados, y por lo poco que se sabía, cuando ello ocurría, la mayoría iban a ser ejecutados. Si algún detenido moría, se esperaba la llegada de la noche y luego de envolverlo en una manta del Ejército se lo introducía en uno de los coches particulares que partía con rumbo desconocido» (Del testimonio del gendarme Antonio Cruz - Legajo N° 4636).

 

«A los condenados a muerte se les ponía una cinta roja en el cuello. Todas las noches un camión recogía a los sentenciados para trasladarlos al campo de exterminio» (Del testimonio de Fermín Nuñez - Legajo N° 3185).

«No recuerdo bien si fue para el 16 de mayo o junio de 1977 el segundo jefe de la Compañía de Comunicaciones 5, dependiente de la V Brigada de Infantería, me dijo que volviera temprano, que había que "pasar" a algunos prisioneros. Era para el aniversario de la muerte de un militar de apellido Toledo Pimentel. Cuando volví por la noche me dijo: "volvete a tu casa porque ya está todo hecho". Al otro día, cuando regresé a la Escuelita desde mi casa, ya no se encontraban allí, ni tampoco dos chicas más detenidas, por lo que no me cabe ninguna duda que todos fueron muertos en el lapso indicado». (Del testimonio del Cabo 1° Juan Carlos Ortiz - Legajo N° 1252).

En función del desarrollo de las operaciones, el Comando del área rural se desplazó, a partir de abril de 1976, desde la «Escuelita» hasta el C.C.De. «Ingenio Nueva Baviera» el cual hasta agosto de 1977 se constituyó en el principal asentamiento de la represión clandestina en dicha área. Operaban en él efectivos llegados de todas partes del país. Había un helipuerto y gran cantidad de material rodante para transporte de tropas; el campo concentraba un número elevado de prisioneros capturados en toda la provincia. En el ex ingenio Lules funcionó otro C.D.D. Se trata de una finca antiquísima, considerada como lugar histórico, ya que en ella había estado el General San Martín. El «chupadero» funcionaba en el sótano del antiguo depósito de carbón; la sala de torturas estaba en el primer piso de la vivienda.

En la zona rural también funcionaron al menos transitoriamente, C.C.D. en la Comisaría de Monteros, el ingenio Bella Vista y los «Conventillos de Fronterita», construcciones precarias que habían servido de alojamiento para trabajadores del ingenio de esa localidad. La represión se ejerció precisamente contra ellos, ya que las detenciones se operaban al iniciarse el horario de trabajo, a la entrada misma del ingenio. La CONADEP pudo verificar lo referido en las denuncias, en el curso de un reconocimiento.

En pleno centro de la ciudad de San Miguel, la Jefatura Central de Policía, que ya funcionaba como lugar de torturas, se transformó - mediante refacciones internas - en Centro Clandestino de Detención. En esa época era Jefe de Policía de Tucumán el Teniente Coronel Mario Albino Zimermann (Legajos N° 1252 y 440). Lo secundaban el Comisario Inspector Roberto Heriberto Albornoz (Legajos N° 5570 - 3753 - 5840 - 5846 - 3482 2493 - 5597) y los comisarios José Bulacio (Legajos N° 5837 - 5570 y 4892) y David Ferro (Legajos N° 5837 - 5570 - 6301 - 440 y 5425).

El Ejército se reservaba el control de este lugar a través de un supervisor militar. El responsable del área de seguridad 321, Teniente Coronel Antonio Arrechea, perteneciente a la V Brigada, visitaba el centro y asistía a las sesiones de tortura (Legajos N° 440 - 1744 - 1446 - 5763 - 2493).

El Comando Radioeléctrico en la calle Laprida al 1000, era otro lugar donde se alojaban clandestinamente detenidos. Se lo utilizaba como lugar de tránsito y era el sitio de «ablande» de los recientemente secuestrados. No se les daba agua ni comida a fin de preparlos para la aplicación de la picana sometiéndolos además a fuertes castigos.

Cruzando la calle estaba ubicado otro C.C.D., el Cuartel de Bomberos, al cual se conducía, encapuchados y numerados, a los detenidos con un cartón colgando del cuello, a la espera de nuevos traslados.

Con una capacidad para alojar a 250 prisioneros funcionaba otro C.C.D. en instalaciones pertenecientes a la Escuela de Educación Física dependiente de la Universidad Nacional de Tucumán. Para llevar a los secuestrados se utilizaba un ómnibus (Julio César Heredia - Legajo N° 5838). El vecindario escuchaba las quejas y clamores de las víctimas y, a menudo, tiros disparados por ráfagas que correspondían a simulacros de fusilamientos o, simplemente, a fusilamientos.

Ya saliendo de la ciudad se encontraba «El Motel» el que, aun en plena construcción, se utilizaba como C.C.D. Actualmente se llama «La posta de los Arrieros». En ese lugar se torturaba. El alojamiento de los detenidos era una serie de cinco pequeñas construcciones sobre un camino de pedregullo. El lugar destinado a la confitería era utilizado por la guardia de prevención. A la derecha existía un gran tanque de agua que se usaba como puesto de guardia nocturna.

Otros centros funcionaron por un corto lapso: El Reformatorio y Ia Escuela República del Perú, en el barrio del Palomar.

En la Cárcel de Villa Urquiza funcionó un pabellón destinados a detenidos clandestinos. Eran alojados en la Sección «E». Un preso común que cumplía su condena en ese penal declara haber conversado con alguno de ellos que hoy figura en la lista de personas desaparecidas (Juan Antonio Molina, Legajo N° 3377).

El C.C.DL. más importante de las afueras de San Miguel fue el que se instaló dentro de la Compañía de Arsenales &171;Miguel de Azcuénaga», dependiendo directamente de la V Brigada de Infantería. Las guardias eran efectuadas por personal de la Gendarmería Nacional. Entre los meses de marzo y abril de 1976 fue enviado a ese lugar un contingente de 40 efectivos del Escuadrón Móvil N° 1 de Campo de Mayo. Precisamente, un miembro de este grupo, refiere ante la CONADEP cómo era la vida - o la muerte - en este campo de exterminio, uno de cuyos responsables era el Teniente Coronel Cafarena (Legajo N° 4636).

«Una vez vi cómo un detenido desnudo era enterrado vivo, dejándole solamente la cabeza afuera del pozo, apisonando la tierra después de mojarla para compactarla; esto duraba 48 horas. Ocasionaba calambres muy dolorosos y afecciones a la piel. En dos oportunidades presencié fusilamientos en este campo, el que efectuaba el primer disparo era el General Antonio Bussi. Después hacía participar en el mismo a todos los oficiales de mayor jerarquía. El lugar de las ejecuciones estaba ubicado a unos 300 ó 400 metros de la Compañía de Arsenales, monte adentro. Se tendía un cordón de seguridad a los 20 metros y otro a unos 100 metros del lugar. Los disparos se hacían con pistolas calibres 9 mm ó 11,25 mm, siempre entre las 23 y 23.30 horas. Cada quince días se asesinaban entre 15 ó 20 personas» (Del testimonio de Omar Eduardo Torres - Legajo N° 6667).

 

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